— Un poco sobre mi…
Mi trayectoria

Durante casi tres décadas he recorrido Latinoamérica impulsando un diálogo vivo entre la neurociencia, la psicología y la pedagogía, con el propósito de mejorar los procesos de enseñanza, aprendizaje, crianza y desarrollo humano.
Mi experiencia profesional se extiende desde la educación infantil hasta la formación docente; desde el diseño curricular hasta las políticas públicas; desde el acompañamiento individual hasta la transformación institucional.
Mi recorrido nace de mi propia historia. Lo que he aprendido del cerebro, lo he aplicado primero en mi vida personal y luego en mi camino profesional.
Esta vivencia me ha permitido desarrollar una sensibilidad especial para escuchar: a los docentes en sus tensiones y sueños, a las familias e instituciones en su deseo de ofrecer lo mejor, y a las comunidades en su búsqueda de herramientas reales para transformar.
Desde el final de la década de los noventa, me propuse tres objetivos básicos: alfabetización científica para educadores y alfabetización pedagógica para investigadores; fomento del campo de la mente, cerebro y educación en diferentes países de la región y un trabajo sistemático por la mejora de la educación a través de acciones concretas en diferentes estamentos del sistema educativo.

He trabajado en prácticamente todos los países de la región, conociendo de cerca sus culturas, sistemas y desafíos. He acompañado a educadores, directivos, familias, universidades y colaborado con organizaciones internacionales como OEA, UNICEF, UNESCO, OEI, así como con ministerios de educación.
En cada contexto, mi compromiso ha sido el mismo: traducir la ciencia en conocimiento útil, con sentido y propósito, para que se pueda construir una base sólida que sustente nuevas estrategias fundamentadas en la evidencia.




Una pasión por los primeros años de vida…
Si algo me define profundamente es el amor que siento por el desarrollo infantil. Esa etapa, tan frágil como poderosa, ha sido —y sigue siendo— el centro de muchas de mis acciones, investigaciones y proyectos. A partir de allí, construyo puentes entre saberes, diseño programas de formación y acompaño procesos de cambio con convicción, en los diferentes entornos donde nuestras infancias reciben cuidado, educación, atención y protección. Por ello, hago abogacía por el diálogo y el trabajo conjunto entre los distintos sectores de nuestra sociedad, pues finalmente los niños y niñas son un todo complejo, y tienen como derecho una sociedad que no solo los atienda, sino que los entienda.

Soy voz pionera en América Latina de la neurociencia educacional, un campo disciplinar emergente que une mente, cerebro y educación; que valora la ciencia del aprendizaje y busca construir, de forma transdisciplinaria, nuevos caminos para apoyar a la innovación del sistema educativo.
En estos 30 años he fundado cinco instituciones diferentes, con una característica común entre ellas: evidenciar cuán importante es considerar los hallazgos de las ciencias que estudian al ser humano —principalmente la neurociencia y la psicología— para aprender, enseñar, ser, estar y convivir con mejores saberes, competencias, acciones y emociones.
Fundé un laboratorio para investigar el desarrollo infantil (Child Development Lab IDEA), una escuela que seria mi Research School (Learn & Play), una asociación civil para crear acceso al conocimiento científico (ASEDH), un centro de formación en neuroeducación (CEREBRUM) y mi actual instituto (IMCE).
Aunque ahora ya no actúo en la escuela y en el centro de formación, me siento profundamente feliz por tanto… y por todo, pues gracias a los talentos humanos de Learn & Play y de CEREBRUM pude alcanzar muchas de mis metas y realizar muchos de mis sueños.


Desde los inicios del milenio, cuando aún muy pocos entendían de qué se trataba la neuroeducación, lideré un movimiento pionero en América Latina para posicionar este campo emergente como puente entre la ciencia del cerebro, la pedagogía y las necesidades reales de nuestras comunidades educativas.
Al comienzo, muchas puertas estaban cerradas: no había espacio, ni lenguaje común, ni voluntad institucional. Pero con constancia, formación rigurosa y una convicción profunda, este movimiento fue creciendo país por país, sembrando conocimiento y despertando interés en educadores, universidades, ministerios y organizaciones.
A partir del año 2002 comenzamos a organizar una serie de seminarios, jornadas y congresos en distintas ciudades de América Latina, con el propósito de abrir un espacio de diálogo entre educadores y científicos. En ese momento, ya era evidente el creciente interés de la comunidad educativa por conocer más sobre el cerebro humano y sus implicancias en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Años de mucho trabajo para lograr expandir y profundizar nuestras acciones, diseñar propuestas más sólidas y continuas e ir más allá de los eventos.
En 2006 organizamos nuestro primer evento internacional de gran escala, con más de 1.200 participantes y 20 especialistas de diversos países, reunidos en torno a una idea que hoy parece evidente, pero que entonces era revolucionaria: que toda innovación pedagógica tendría mayor fuerza y sustento si se construía a partir de la evidencia científica sobre el funcionamiento del cerebro, la mente y el desarrollo humano. Cinco años más tarde, en 2010, impulsamos el Primer Congreso Mundial de Neuroeducación, consolidando así un movimiento regional que ya no podía ser ignorado, abriendo paso a nuevas redes internacionales, programas, cursos y políticas inspiradas por los hallazgos científicos sobre el aprendizaje y el desarrollo humano.
Sin embargo, a pesar del florecimiento del campo, observo con preocupación ciertas distorsiones y tendencias reduccionistas que amenazan con alejar la neuroeducación de su esencia transformadora. Por eso, escribí recientemente el libro “Neuroeducación: entre la urgencia de transformarnos y el riesgo de perdernos”, una crónica reflexiva que invita a sostener este camino con ética, profundidad y mirada crítica, defendiendo lo que aún podemos construir desde la integridad del conocimiento.




Nací en Brasil y creo que descubrí mi vocación desde muy temprano: a los 5 años ya organizaba a mis muñecos como alumnos y les enseñaba con una pizarra improvisada. A los 13 comencé a dar clases particulares a dos niñas de mi edificio y a los 15 ya era auxiliar en aulas de educación infantil.
Pero, fue con mi primera gestación -al inicio de los años 90 en plena “Década del Cerebro”-, que comprendí que mi llamado era más profundo que la pizarra. Al inicio del nuevo milenio empecé un largo camino al maravilloso campo de la psicobiología y la neurociencia, con una pasión inexplicable por el proceso de neurodesarrollo en los primeros años de vida.
Me mudé a Perú en el inicio de los noventa, y desde ahí, construyo mi base y mi epicentro regional para el desarrollo de la neuroeducación, una referencia clave en mi trayectoria. Fundé las instituciones, exploré el país sembrando el campo de la neuroeducación por todas las regiones -claro que aproveché para disfrutar los paisajes, y esa comida que no tiene igual en el mundo.
Pude implementar muchas propuestas formativas, con impacto local e internacional, trabajando desde el aula con docentes, con directores de escuelas, con empresarios, con tomadores de decisión, en la revisión de fundamentos de los programas para la infancia y para la formación docente, incluyendo la revisión y formulación del perfil de egreso de los estudiantes de las Escuelas Superiores Pedagógicas. Por tres años consecutivos, tuve el honor de ser reconocida como una de las 20 personas que más influyeron en la innovación de la educación básica peruana en las últimas dos décadas.


Esta formación mixta y el trabajo a nivel regional, me han permitido abrir un gran horizonte profesional, desde participar en investigaciones que sustentaron mi Enfoque Integrador Multidimensional del Desarrollo Humano en la Educación —basado en las bases neurobiológicas de seis dimensiones del desarrollo— hasta diseñar planes de estudio para cursos de posgrado y liderar proyectos de innovación educativa inspirados en la ciencia.
Las experiencias profesionales y personales de estas tres décadas me han permitido crear mi más reciente proyecto: el Ecosistema de Transformación Educativa LUME, con un enfoque sistémico que involucra a estudiantes, profesionales de la educación y familias. Además, estoy transformando en libros este gran recorrido, pues la palabra escrita permanece, y estoy empeñada en validar mi modelo RAÍCES para el bienestar docente.

Todo este esfuerzo fue, para mi alegría, reconocido en Estados Unidos, con un premio que recibí en Los Ángeles, de la International Mind, Brain and Education Society, en 2018.



Soy mamá de tres hijos: Mariana, Lorena y Juan Diego; y de una maltés, Bonnie.
Amo Vincent van Gogh, Manet y Monet. Snoopy y el Principito. Billie Holiday, Chris Stapleton, Novo Amor, Hollow Coves, blues, MPB y rock brasileño de los 80.
En mis tiempos personales, disfruto profundamente de la naturaleza —caminando, en bicicleta o simplemente contemplando—. Me encanta leer, cantar, practicar yoga, meditar, bailar… y comer popcorn como loca.
Mi visión… ya la perdí de vista. Pero mi misión sigue intacta: humanizar la educación con evidencia científica, pero también con una mirada profunda, amorosa y sensible del ser humano.

